En las esculturas que nos presenta Claudia Cirici encontramos claramente conjugados ambos verbos: el de “contemplarlas” en dos dimensiones y el de “vivirlas” en tres dimensiones. Quizá se deba a una razón que no necesariamente conocemos, pero que ayuda a explicar su habilidad para meternos en sus piezas, para no quedarnos fuera, para no permanecer como simples espectadores y para aventurarnos a buscar adentro de ellas. Resulta que Claudia también es arquitecta. Su vocabulario práctico incluye elementos, tales como la maqueta, la estructura de soporte y la obra falsa, que son imprescindibles para que se sustente una escultura con determinadas propiedades físicas, y que suelen escapar a la percepción del espectador en el momento de admirar la obra terminada. Es interesante este asunto del espectador. El espectador es quien ve y quien mira lo que se propone a su consideración. El espectador activo se aproxima, observa, inspecciona, examina con detenimiento, evalúa, formula un juicio y llega a jugar un rol no sólo en la apreciación del arte, sino eventualmente en su interpretación. Claudia Cirici es de las artistas que puede provocar esta relevante noción de lo que es un espectador.Sucede que, cuando emprendemos conscientemente el viaje en torno a las obras de Claudia, descubrimos un proceso, antes que un mero objeto. Mejor todavía, descubrimos una serie de procesos, antes que una serie de objetos. Paulo Alvarado |